martes, 15 de junio de 2010

El populismo:Perón, Vargas y Cárdenas

El populismo (del latín populus “pueblo”) es un término político usado para designar corrientes heterogéneas pero caracterizadas por su aversión discursiva o real a las élites económicas e intelectuales, su rechazo de los partidos tradicionales (institucionales e ideológicos), su denuncia de la corrupción política por parte de las clases privilegiadas y su constante apelación al “pueblo” como fuente del poder.

La aparición del populismo como fenómeno social se liga a procesos de rápida modernización o cambio como una postura crítica ante los distintos grados de desarrollo que estos procesos pueden generar en las diversas clases o regiones de un país y en consecuencia una desigualdad en varios ámbitos de la sociedad. El término populismo se ha usado en política con dos acepciones diferentes, una de ellas tiene un significado positivo, pero principalmente se usa aquella con una
connotación peyorativa.

En algunos casos se identifica erróneamente el populismo con la demagogia: mientras ésta última está referida al discurso del político buscando influir en las emociones de los votantes, el populismo está referido a la medidas que toma un político, buscando la aceptación de los votantes.

Significados de populismo
Vale aclarar las posibles dos acepciones. El populismo en sentido positivo, lo que define es un sistema en el que el poder recaiga más en el pueblo que en sí mismo, no en que los políticos profesionales gobiernen para la mayor comodidad del pueblo. Son dos cosas distintas, no es lo mismo que los ciudadanos puedan tener más poder y menos las élites de tal manera que puedan darse cosas a sí mismos, a que sea el gobierno el que tenga el poder y ese gobierno favorezca medidas que les puedan venir bien a los ciudadanos, quienes luego recompensen con el voto.

En sentido general, socialistas y comunistas han utilizado el término “populista” para definir a los gobiernos que, aún favoreciendo a los “sectores populares” (principalmente a la clase obrera), no pretenden terminar con el sistema capitalista. Desde un punto de vista opuesto, los sectores conservadores han utilizado el término “populista” para definir a los gobiernos que están poco dispuestos a dejarse influir por los grandes grupos económicos y buscan atenerse estríctamente a las reglas de juego democráticas.

Populismo en sentido negativo
El populismo con una significación peyorativa, que es la principalmente usada (y que se usará mayormente a lo largo de éste artículo), es el uso de “medidas de gobierno populares”, destinadas a ganar la simpatía de la población, particularmente si ésta posee derecho a voto, aún a costa de tomar medidas contrarias al Estado democrático. Sin embargo, a pesar de las características anti-institucionales que pueda tener, su objetivo primordial no es transformar profundamente las estructuras y relaciones sociales, económicas y políticas (en muchos casos al contrario los movimientos populistas planean evitarlo) sino el preservar el poder y la hegemonía política a través de la popularidad entre las masas.

De acuerdo, con esta significación algunos movimientos populistas habrían dado a amplias capas de la población beneficios limitados o soluciones a corto plazo que no ponen en peligro el orden social vigente ni le otorgan a los ciudadanos capacidades reales de autodeterminación a los pueblos, pero que sirven para que eleven o mantengan la popularidad de los caudillos o del régimen reforzando su poder. En muchos casos a pesar del discurso contra ellas, las clases sociales estratificadas, los sectores económicos estratégicos (industriales, bancarios, etc.), los intereses eclesiásticos y militares, la función pública, se mantienen vigentes o en el mayor de los casos cambian de manos, pero el poder de tales estructuras sobre la población no desparece.

Los discursos oficiales de estos regímenes y movimientos deben ser digeribles y del buen agrado de la población en general (para darle seguridad y satisfacción) por lo que no apelan a ideologías definidas e incluso pueden tener tintes más o menos conservadores y hasta reaccionarios, pero siempre carismáticos. Se diferencia de la demagogia porque se refiere no sólo a discursos, sino también a acciones. Así, se la puede entender como una táctica de uso limitado, o bien como una forma permanente de hacer política y permanecer en el poder.

Ahora bien, la definición abstracta de lo que es el bienestar general del “pueblo” así como de corto plazo, orden social instituído u autodeterminación permiten manipular el uso del término y aplicarlo eventualmente contra los adversarios políticos. Por ejemplo algunas veces grupos conservadores o neoliberales lo aplican erradamente a movimientos o partidos socialistas, sin embargo el populismo no aboga por ideologías precisas o por la concientización y el debate o consenso de tesis políticas o económicas claras sino que aboga por los sentimientos de aceptación masiva de un grupo en el poder y de una ideologización superficial pero intensiva. Por lo cual el populismo no es de “izquierda” o de “derecha” (si es que tal cosa puede ser diferenciable), puesto que es una práctica del grupo en el poder y no un movimiento ideológico propiamente dicho.

Tanto la economía keynesiana, como una posición crítica de la política exterior de los Estados Unidos, han sido consideradas como prácticas sustanciales del populismo.

Populismo en sentido positivo
El populismo con una significación positiva, se refiere a algún movimiento social, el cual pretende que el poder recaiga más en el pueblo llano, es decir, promueve una especie de proto-democratización y anti-elitismo buscando favorecer a los granjeros, los obreros, pequeños emprendedores, bajo clero, sindicatos, burgueses radicales, capitalistas populares (sin contactos con las oligarquías), las clases media y baja;[2] y menos poder para las élites políticas y económicas corporativistas y caudillistas. El populismo se basa en el apoyo voluntario, las ideas políticas de la cultura autóctona sin necesariamente caer en el nacionalismo, se opone a los imperialismos. Pueden por consecuencia rechazar el desplazamiento social masivo que pueden producir los grandes movimientos de capital o tecnología, así como el rechazo a medidas en torno a reforzar la institucionalidad (excesiva) del Estado unitario o las burocracias profesionales.

Ejemplos de este tipo de populismo pueden ser el populismo ruso y el populismo norteamericano del siglo XIX (éste último llamado también productivismo), el cantonalismo español, el agrarismo mexicano o los carbonarios italianos. Pueden estar influenciados (o no) por una o varias ideologías o proyectos políticos claros y definidos, sin embargo normalmente no se adhieren a ellos de forma explícita.

Estéban Hernández, analiza la relación entre populismo y aristocracia, al analizar la novela Todos los hombres del rey, del premio Pulitzer Robert Penn Warren. Hernández sostiene que, mientras en los países menos desarrollados, el populismo va de la mano con la lucha contra el hambre, en los países más desarrollados el populismo se relaciona con la centralización del poder, el aumento de impuestos y la supeditación del mundo empresarial a la política, tal como fue planteado por Franklin Delano Roosevelt en los Estados Unidos con el New Deal. Hernández señala que el “populismo” definiría una alternativa a la aristocracia, mucho más probable que el comunismo, y que por esa razón fue denostado por los sectores conservadores.

5 comentarios:

  1. Me encanto como explicaste todo sobre el Populismo, me hiciste entender mucho de que se trataba, pero me gustaria preguntarte por algunos gobiernos que no aparecen en el documento, me servirria de mucho.
    Hay alguna semejanza entre el gobierno de Lazaro Cardenas y el gobierno de Juan Domingo Perón?
    Y alguna semejanza entre el gobierno de Juan Domingo Perón y el gobierno de Getulio Vargas?

    Agradeceria que pudieras aclararmelo,gracias y saludos.

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